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Agnóstico y ateo son palabras con distinto significado y, por tanto, no deben emplearse como sinónimas.

Agnóstico es aquel que ‘declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia’, según la definición del diccionario académico. Por lo tanto, el agnóstico no afirma la existencia o inexistencia de Dios mientras estas no sean demostrables. Ateo, por el contrario, es aquel ‘que niega la existencia de Dios’.

No obstante, en ocasiones se emplea el término ateo con un carácter más general: «La primera semana de marzo, los ateos de todo el país harán llegar sus solicitudes de apostasía». En este caso, sin embargo, y dado que se desconoce la condición de quienes van a apostatar (pueden ser ateos, pero también agnósticos o creyentes de otras religiones nacidos en el ámbito del catolicismo), hubiera sido preferible escribir «La primera semana de marzo, católicos de todo el país harán llegar sus solicitudes de apostasía».

Con carácter general, y más allá de matices filosóficos, para aglutinar a ateos y agnósticos suele emplearse la expresión no creyentes.

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